En la actualidad, los recursos digitales están presentes en diversas actividades humanas, incluyendo la educación. Muchas personas se preguntan cómo pueden emplearlos o de qué manera contribuyen al aprendizaje de los estudiantes. Para comprender el papel de estas tecnologías es importante conocer qué son, qué antecedentes tienen, sus ventajas y qué deben hacer docentes y padres de familia para emplearlos adecuadamente.
Un recurso digital es cualquier producto digital codificado para ser procesado por una máquina especializada como, por ejemplo, los programas informáticos, imágenes fijas y videos digitalizados, textos digitales, videojuegos, sitios y páginas de internet, archivos digitales, contenidos de cuentas de redes sociales, bases de datos, sonidos digitalizados, publicaciones electrónicas y muchos más.
Una característica exclusiva de estos recursos es la interacción que permiten entre el usuario y el material digital. Una persona puede seleccionar, copiar, modificar y manipular de diversas maneras los contenidos. Por ello, la experiencia de acceso a grandes cantidades de información con frecuencia puede individualizarse permitiendo seleccionar los contenidos más interesantes o útiles para cada usuario, e incluso modificarlos para generar nuevos productos o subproductos derivados.
El crecimiento de las redes de comunicación digital ha permitido que diversas actividades humanas se hayan visto fuertemente impactadas por estas tecnologías, como las culturales, educativas, informativas, políticas, económicas, laborales, de entretenimiento y de la simple comunicación.
Antes de las tecnologías digitales, en la educación se han empleado toda clase de recursos para tener actividades de enseñanza y aprendizaje significativas para los alumnos. Se han encontrado tablillas de arcilla mesopotámicas de más de seis mil años de antigüedad con contenidos educacionales para niños y adolescentes, papiros egipcios de más de cuatro mil años con los mismos fines, milenarios ábacos chinos para practicar cálculo aritmético, instrumentos mnemotécnicos de algodón entre los antiguos incas, instrumentos hechos de madera y diferentes minerales rocosos y metálicos para la enseñanza de oficios diversos en la Europa medieval, juguetes didácticos de barro en Mesoamérica, etcétera.
Con el desarrollo de las primeras tecnologías masivas de comunicación, como es el caso de la imprenta, gran parte del conocimiento comenzó a codificarse en lenguaje alfabético. El lenguaje escrito de muchos pueblos de la Tierra se convirtió en un bien cultural y económico de gran valor. El conocimiento quedó en libros elaborados con toda clase de materiales: pieles, telas y, sobre todo, papel de origen vegetal.
Millones de libros se imprimieron y conservaron en escuelas, bibliotecas y hogares. Los libros han sido una de las principales herramientas educativas a lo largo de la historia, pero como recurso didáctico, han sido fundamentales desde el Renacimiento.
Con la acelerada transformación de la Revolución Industrial, desde fines del siglo XVIII se exploraron nuevas tecnologías para la codificación y el manejo de información. El uso de la cera y otros materiales favorecieron la grabación, reproducción y almacenamiento de sonidos (voces, música, sonidos varios) en las primeras grabadoras. A su vez, con el desarrollo de la química, se produjeron cámaras fotográficas para retener las imágenes fijas sobre papel con una emulsión de plata y, con las cámaras cinematográficas, se conservaron imágenes en movimiento sobre película celuloide derivada del petróleo.
Miles de grabaciones de audio, fotografías y películas fueron creadas entre 1850 y 1920 con fines educacionales, para toda escuela que tuviera la posibilidad de utilizar las máquinas reproductoras de esos nuevos recursos.
El descubrimiento y manipulación de la energía eléctrica permitieron crear nuevas tecnologías para la comunicación. La radio, debido a su facilidad de acceso y bajo costo, se convirtió en un importante medio de comunicación y, naturalmente de educación, para grandes masas de población que se concentraban en las ciudades de la era del Progreso.
Tras ella, la televisión, aprovechó el desarrollo de la codificación mediante la electrónica, constituida industrialmente hacia los años 50 del siglo XX, comenzó a emitir señales a través del espacio que, una vez decodificadas en un aparato televisor, permitían ver imágenes en movimiento con su correspondiente sonido asociado en tiempo real, “en vivo”. Un enorme avance comunicativo e informativo.
Los recursos digitales de la actualidad se han apoyado en todas las tecnologías de comunicación del pasado, pero codificadas de manera diferente y con el uso de aparatos decodificadores cada vez más numerosos, económicos y de fácil manejo.
En el aprendizaje, los recursos digitales permiten acceder fácilmente a importantes cantidades de información con gran inmediatez. Esta información puede ser textual, de datos numéricos, de audio y/o de video y es fácilmente seleccionada y conservada por los usuarios, que pueden acceder a ella cuantas veces lo requieran.
Otra diferencia de los recursos digitales con los recursos de tecnologías del pasado es que los usuarios pueden, como se señaló antes, interactuar con el contenido. Se puede cortar, copiar y conservar la información que uno desee. Además, tal información puede ser modificada: cambiar palabras, imágenes, sonidos y datos. Lo anterior, no resulta accesible cuando se trata de un libro, una película, una emisión radial, etcétera.
Por ello, como recurso educacional, los medios digitales aportan información y, también, procedimientos técnicos para su manejo —ciertas habilidades digitales—, así como parámetros para un tratamiento ético de la misma: veracidad, objetividad, originalidad, respeto a terceros, derecho de autor, etcétera.
Otra diferencia entre los recursos digitales y otras tecnologías de comunicación del pasado radica en la forma en que impulsan el desarrollo cognitivo. Los recursos digitales dinamizan diversas habilidades del pensamiento (observar, comparar, relacionar, clasificar, describir, analizar, sintetizar, evaluar, criticar y crear, así como estructuras lógicas, habilidades para resolver problemas, manejo de sistemas simbólicos y campos semánticos, etcétera) con base en el uso de imágenes fijas y en movimiento, sonidos, interacciones físicas con las máquinas, uso de datos y muchas otras, aun cuando no se sepa leer y escribir correctamente; mientras que, por ejemplo, la lectura de libros impresos desarrolla dichas habilidades con base en el uso textos implicando el previo conocimiento de la lectoescritura.
Gracias al desarrollo de las redes de comunicación digital, los recursos no solo implican la facilidad de acceso, la inmediatez y la interactividad con la información, sino también la interacción con gran cantidad de personas que se mantienen conectadas mediante internet. Ello implica otra nueva ventaja —y, a la vez, una gran responsabilidad— para la formación de valores para la interacción social a través de las redes, lo que algunos han llamado la “ciudadanía digital”.
Gracias a estas redes, los estudiantes pueden comunicarse y establecer relaciones con otras personas, grupos y comunidades en todo el mundo; superar las barreras lingüísticas; abrir nuevas perspectivas respecto de su desarrollo personal y profesional; participar en los nuevos esquemas educativos, económicos y comerciales que surgen continuamente; conocer y compartir principios y prácticas culturales, políticas y sociales de toda índole y muchas otras experiencias tanto positivas como negativas, que deberán ser tomadas en consideración en una propuesta educacional para su uso.
Indudablemente, los docentes deben adecuarse a las condiciones que ha impuesto el desarrollo tecnológico en todo el mundo. Muchos educadores de alto nivel han trabajado sobre el tema de las tecnologías digitales en los procesos educacionales y sus recomendaciones, en gran medida, se centran en la idea de que los propios docentes deben ser uno de los grupos más beneficiados por el crecimiento tecnológico.
Apropiarse de los beneficios de los recursos digitales permite a los docentes adquirir las habilidades necesarias para su manejo (acceso, edición, almacenamiento, reproducción, evaluación, etcétera), así como los principios éticos para su tratamiento y para la interacción social por medio de las redes digitales de comunicación.
Los docentes seguirán siendo importantes mediadores que podrán favorecer el desarrollo de una adecuada alfabetización digital de los alumnos, de la misma manera en que podrán participar en la formación de los valores para el uso y creación de nuevas opciones tecnológicas y sus aplicaciones para la enseñanza y el aprendizaje.
Al igual que los docentes, es fundamental que los padres de familia se beneficien del uso de los recursos educativos digitales y aprendan sus bases técnicas y éticas. La gran diferencia con los docentes es que los padres de familia no siguen un plan educativo establecido por el Estado. Los valores y la historia de las familias y comunidades orientan la educación informal que madres y padres desarrollan en sus hijos, que también impactan el uso de las tecnologías.
Desde el punto de vista intergeneracional, los padres de familia de las llamadas generaciones Baby Boomers y Equis (X), que no son nativos digitales, han tenido que aprender el uso de las tecnologías digitales siendo adultos, así como a conocer y/o establecer los valores para el uso de estas. Es un proceso que ha sido lento y en ocasiones difícil, pero en lo general existe un amplio momento de adaptación y lo mejor de sus generaciones se ha reflejado en el desarrollo de los medios digitales.
La generación Millenial, cuyos miembros en la actualidad cuentan con un amplio bagaje técnico y ético para el manejo de medios digitales y la experiencia de al menos tres décadas de evolución tecnológica, comienzan a ser padres de familia y poseen herramientas y perspectivas para orientar el desarrollo de la ciudadanía digital de sus hijos.
Como abuelos o como padres de familia, los responsables de las nuevas generaciones tienen como reto mantenerse atentos a los cambios socio-tecnológicos y orientar el florecimiento de una ciudadanía digital, centrada en el respeto a los derechos humanos, favorecedora del principio de legalidad y abierta a las transformaciones del futuro.